Caminaba por el pasillo, hacia la cocina, como siempre, sin pensar -o pensando demasiado-, desconcertado, fuera de mí -como casi siempre- y entonces lo vi, claro, como el...
“cristal”, estaban las cuatro copas, de cabeza, con sus cantos hacia abajo, aún caían por sus curvas las gotas de transparente agua. Tan quietas, tan intocables, tan indefensas... y me asaltó la idea, me tomó por sorpresa, y me hizo presa de sí, violó mi mente y decapitó mi “razón”.
La imagen se desarrollaba en blanco y negro, en cámara lenta en mi mente, detrás de mis ojos, en mis nervios; una copa, caía, se quebraba, se acababa tanto equilibrio, tanta perfección, tanta porquería. Ocurrió tantos millones de veces en tan sólo unas millonésimas fracciones de segundo. Fue eternamente corto.
Con la idea aún excitando mis sentidos, huí a mi santuario, a rezarle a mi dios (¡¡YO!!), cuando, como reflejando mi estado indefenso, otra idea decidió jugar con mis sesos, esparcirlos por todo mi cráneo. Fue algo tan obvio, tan estúpidamente claro, como el “cristal”... pero, si bien es cierto, hombres se han hecho famosos por enfatizar lo obvio; y dado que no busco fama, sino un simple escape de mí, una forma de expresar tanto y tan poco, que decidí hacerlo.
Si un hombre se hizo grande al sentarse bajo un árbol a que una manzana lo golpeara y OBVIAR el hecho de todo lo que sube tiene que bajar. O aquel hombre de mal peinado que OBVIÓ el hecho de que todo es relativo; entonces yo puedo decir, que vivo presa de mí, encerrado en mi interior, atrapado por mí mismo. Vivo esclavo de mis sueños, como mula de carga de mis dolores, como caballo de batalla de mis inconsistencias.
Encuentro cada vez más, descubro más y veo menos. Sólo quiero comer, comer helado, de chocolate... quiero ser... quiero dejar de pensar; aquí, donde estoy, es el punto donde la frase: “pienso.. luego existo” raya en la estupidez. Si dejara de pensar, tal vez me dejaría un tiempo para existir, más sin embargo, si no pienso, ¿¿cómo puedo saber que existo??
Y una vez más la estupidez es la guía de mis ojos, la senda de mis pies, la pintura de mis ¿¿oídos?? Todos gritan, pero ninguno es escuchado; todos se maquillan, se visten y se engalanan, más ninguno es visto...
Tributo a todos los caídos en batalla, tributo a mí entonces. Caí hace mucho, morí en mi batalla. Cada día muero un poco más, profundo. ¿¿Cierto acaso??
Sí.
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on junio 02, 2004
at miércoles, junio 02, 2004
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