"Silencio!!..." era todo lo que salía de su ser; no un descriptivo, sino un grito de ayuda.
Harto de no poderse ahogar en sus pensamientos; de no recordar como se oía su voz susurrándole al oído, decidió tomar cartas en el asunto.
Se armó de papel y pluma; sin más ni más se sumió en él y encaró sus demonios.
Uno a uno los sometió a sus pies y uno a uno los obligó a yacer inertes en papel; los selló con grilletes esbozados por su pluma y los expulsó de su ser vomitados de su cerebreo con odio.
Con satisfacción de victoria se sentó a disfrutar del tan ansiado premio; más sin embargo un llanto rompió su mística "victoria".
Con pesadez retomó armas, se armó de letras y emprendió su viaje a sí mismo.
Recorrió cada rincón de su mente, de su subconciente y de su alma...
nada; los demonios ya no habitaban en sí; aunque el llanto... aún habitaba su ser.
Resignado y muy triste se dirigió a su corazón a descansar; cual fue su sorpresa al encontrarse a sí mismo, sombrío y descolorido, gimiendo y llorando en su corazón.
Cuando pudo salir de su asombro identificó a aquella criatura, demonio hábido e inteligente, que, trataba de confundirlo con tretas y artimañas.
Decidido empuñó su pluma; ésta vez no para aprisionar al demonio, sino al contrario, para acabarlo.
Arremetió con furia y fuerza contra éste ser, que, sin más remedio cedió ante el ataque.
Una, dos y hasta tres veces lo atacó...
la criatura destilaba vida de sus entrañas y sus ojos apagaban luces.
Unos segundos más tarde el silencio reinó al fin.
Desde entonces yace su cuerpo sentado al pie de un pensamiento inmóvil e inherte padeciendo su propia muerte...
De nuevo me encontraba allí, frente a ese dragón que tantas veces me había perseguido, y del que tantas veces escape, excepto el día que me mató.
Simplemente simple me hallaba, nuevamente, y ya sin fuerzas, a su merced, frente a la difícil batalla que se avecinaba, sin más razón que dejarme llevar.
Ya no pensaba, ya no razonaba, sólamente me hayaba frente a él, dispuesto a morir.
Cuán difícil batalla se libró, de la cual no salí sin marca, una yaga en el pecho, hayá donde brotan las emociones, el dragón, una yaga igual; marcados para siempre partimos en la búsqueda de nuestra paz.
Tiempo habría pasado antes de que las heridas "sanaran", antes de que hubiésemos hayado nuestra paz; y sin previo aviso nuestros destinos estarían cruzados de nuevo, para volver a librar ésa batalla épica de la que se escribirían historias, de las que, junto al fuego se narraría a las nuevas generaciones, y se pasaría de generación en generación....
Cuyo final reza como prosigue...
Capítulo final de la confesión de un caballero sombrío, hallada en su diario de batallas